martes, 23 de octubre de 2012

La Caridad y la humildad en la evangelización hoy



Del equipo de la Oficina General de Comunicaciones CJM

Nuestro querido padre Juan Eudes, audaz en su palabra e intrépido en la misión, tenía claro que todo aquello que se realice sin la caridad, norma suprema y alma de la Congregación (Const. 44; O. C. IX, p. 211), no puede llamarse cristiano; así pues, toda evangelización que se haga sin caridad no puede entenderse como tal, ya que parecerá como la búsqueda de los propios intereses. Peor aun cuando se realiza hablando de caridad sin ningún rastro de la misma.

En su basta experiencia como misionero, san Juan Eudes tenía claro que para llegar a la gente él tenía que ser expresión viva de la caridad de Dios con un corazón generoso y una actitud de vida enriquecida por la humildad, uniéndose a la súplica que la Sagrada Escritura ofrece al Señor por todos aquellos que quieren servir a Dios y cumplir su voluntad: “Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con corazón grande y ánimo generoso.” (2Mac 1, 3)

Para el santo la caridad y la humildad debían estar siempre unidas extrechamente tanto en el testimonio de vida como en actividad evangelizadora, ya que ellas, como virtudes cristianas, son fruto de la impregnación que el Espíritu Santo realiza desde el bautismo, y por tanto, se deben desarrollar y practicar durante toda la vida del cristiano.

Por todo esto, los eudistas estamos llamados a ser expresión viviente de la caridad y la humildad cristianas, porque el Espíritu Santo nos ha enriquecido de forma amplia y suficiente; el llamado del mismo Espíritu de Dios es a vivir nuestro trabajo apostólico como hermanos en la fe, fortalecidos en la sencillez de corazón, de las actitudes y de la palabra, para manifestar en nuestras relaciones el testimonio del amor a Dios y al prójimo de manera que nuestro único deseo sea que Cristo viva, crezca y reine. Bien exhorta el apóstol Pedro a esta conducta como forma de comunión con Cristo el Señor: “…pongan el máximo empeño en incrementar su fe con la firmeza, la firmeza con el conocimiento, el conocimiento con el dominio de los instintos, el dominio de los instintos con la constancia, la constancia con la piedad, la piedad con el amor fraterno y el amor fraterno con la caridad. Pues si tienen todas estas virtudes en forma eminente, no serán inútiles ni estériles, sino que más bien alcanzarán el conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor.” (1Pe 1, 5-8)

Así pues, la humildad como la nodriza de todas la virtudes, según propone san Juan Eudes, es el llamado del Señor para que, ahora y en todos los tiempos, podamos vencer entre nosotros las influencias de un mundo que puede llegar a ser egoísta, orgulloso, prepotente, autoritario y autosuficiente. Será de suma importancia plantearnos el ejercicio de la conversión personal y de la pastoral como acción del Espíritu de Jesús y como ejercicio cotidiano. Bien decía el santo en las letanías eucarísticas: "del orgullo de la vida, de la ira, del odio, de la envidia: líbranos, Señor.” (O. C. III, p. 332)

Oremos con san Juan Eudes, para que Jesús, modelo de caridad y humildad, viva y reine en nuestros corazones para que sirvamos al Señor presente en el hermano “con santidad y justicia en su presencia todos nuestros días” (Lc 1, 75):

"Adoremos a Jesús en su humildad. Démosle gracias por la Gloria tributada al Padre en el ejercicio de esta virtud. Pidámosle perdón por haber faltado a la humildad. Entreguémonos a Él para apropiarnos de su espíritu de humildad; supliquémosle que destruya en nosotros cuanto le sea contrario y que haga vivir y actuar en nosotros su humildad. Roguemos a la Virgen María, a los ángeles y a los santos que nos obtengan esta gracia" (Oremos Con San Juan Eudes No. 75, p. 74).

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