La Caridad y la humildad en la evangelización hoy
Del equipo de la Oficina General de Comunicaciones CJM
Nuestro querido
padre Juan Eudes, audaz en su palabra e intrépido en la misión, tenía claro que
todo aquello que se realice sin la caridad, norma
suprema y alma de la Congregación (Const. 44; O. C. IX, p. 211), no puede
llamarse cristiano; así pues, toda evangelización que se haga sin caridad no puede
entenderse como tal, ya que parecerá como la búsqueda de los propios intereses.
Peor aun cuando se realiza hablando de caridad sin ningún rastro de la misma.
En su basta
experiencia como misionero, san Juan Eudes tenía claro que para llegar a la
gente él tenía que ser expresión viva de la caridad de Dios con un corazón
generoso y una actitud de vida enriquecida por la humildad, uniéndose a la
súplica que la Sagrada Escritura ofrece al Señor por todos aquellos que quieren
servir a Dios y cumplir su voluntad: “Que
a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con corazón grande y
ánimo generoso.” (2Mac 1, 3)
Para el santo la caridad
y la humildad debían estar siempre unidas extrechamente tanto en el testimonio
de vida como en actividad evangelizadora, ya que ellas, como virtudes
cristianas, son fruto de la impregnación que el Espíritu Santo realiza desde el
bautismo, y por tanto, se deben desarrollar y practicar durante toda la vida del
cristiano.
Por todo esto, los
eudistas estamos llamados a ser expresión viviente de la caridad y la humildad cristianas,
porque el Espíritu Santo nos ha enriquecido de forma amplia y suficiente; el
llamado del mismo Espíritu de Dios es a vivir nuestro trabajo apostólico como
hermanos en la fe, fortalecidos en la sencillez de corazón, de las actitudes y
de la palabra, para manifestar en nuestras relaciones el testimonio del amor a
Dios y al prójimo de manera que nuestro único deseo sea que Cristo viva, crezca
y reine. Bien exhorta el apóstol Pedro a esta conducta como forma de comunión
con Cristo el Señor: “…pongan el máximo
empeño en incrementar su fe con la firmeza, la firmeza con el conocimiento, el
conocimiento con el dominio de los instintos, el dominio de los instintos con
la constancia, la constancia con la piedad, la piedad con el amor fraterno y el
amor fraterno con la caridad. Pues si tienen todas estas virtudes en forma
eminente, no serán inútiles ni estériles, sino que más bien alcanzarán el
conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor.” (1Pe 1, 5-8)
Así pues, la
humildad como la nodriza de todas la virtudes, según propone san Juan Eudes, es
el llamado del Señor para que, ahora y en todos los tiempos, podamos vencer
entre nosotros las influencias de un mundo que puede llegar a ser egoísta,
orgulloso, prepotente, autoritario y autosuficiente. Será de suma importancia
plantearnos el ejercicio de la conversión personal y de la pastoral como acción
del Espíritu de Jesús y como ejercicio cotidiano. Bien decía el santo en las
letanías eucarísticas: "del orgullo
de la vida, de la ira, del odio, de la envidia: líbranos, Señor.” (O. C.
III, p. 332)
Oremos con san Juan
Eudes, para que Jesús, modelo de caridad y humildad, viva y reine en nuestros
corazones para que sirvamos al Señor presente en el hermano “con santidad y justicia en su presencia
todos nuestros días” (Lc 1, 75):
"Adoremos a Jesús en su humildad. Démosle
gracias por la Gloria tributada al Padre en el ejercicio de esta virtud.
Pidámosle perdón por haber faltado a la humildad. Entreguémonos a Él para
apropiarnos de su espíritu de humildad; supliquémosle que destruya en nosotros
cuanto le sea contrario y que haga vivir y actuar en nosotros su humildad.
Roguemos a la Virgen María, a los ángeles y a los santos que nos obtengan esta
gracia" (Oremos Con San Juan Eudes No. 75, p. 74).
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